Maria Laura Fabaron
Maderitas
16 al 31 de Julio de 2011 Haber sido invitado a escribir sobre “Maderitas”, la propuesta plástica que María Laura Fabaron presenta al público en el Museo Lozza, me pareció de entrada un desafío interesante. Intentaré, pues, en este pequeño texto de presentación una aproximación lo más nítida posible a algunas de las cuestiones que para mí la motorizan.
Me animo a empezar diciendo que hay “algo” en la propuesta que la pone en marcha y que hace que entremos en la mirada del conjunto en una lenta y suave fuga hacia varias direcciones posibles. Esta fuga nos habla de la construcción de una lógica singular, la cual surge de una operación plástica compleja y lenta en la que se amalgaman conceptos de pintura y de arquitectura.
Una lógica propia que logra imprimirle una sensación de vida al conjunto y, si se me permite la figura, una lógica que en sus movimientos hacia esos posibles puntos podría compararse con el lento y cansino andar del caracol.
Una primera mirada rápida del montaje nos hace pensar en una propuesta formal aparentemente tradicional, esto es, nos encontramos con cuadros colgados dentro de una sala que funciona dentro de un edificio acondicionado para contenerlas, pero esta primera mirada se supera rápidamente dando paso a una impresión distinta, basada en una aproximación que se sostiene en la relación entre “los adentros”, es decir, el del cuadro y el de la sala.
En estos “adentros” es en donde se juega la amalgama entre cuestiones de la pintura y la arquitectura y es esta relación, la de los “adentros”, la que permite la aparición de un soporte en el que se inscriben los interrogantes que plantea María Laura sobre la cuestión del paisaje, sobre nuestra relación con el lugar geográfico que habitamos, sobre cómo y hasta dónde entendemos nuestro vínculo con la tierra, sobre el o los significados que le damos a la luz, la sombra, etc.
Para producir el “adentro” de sus cuadros María Laura recurre a materiales marginales o desechados en la arquitectura de hoy, asociándolos de tal modo que es casi imposible
quedarse afuera.
Rápidamente estas obras nos remiten al paisaje o a la arquitectura, la tierra, el pasto seco, la cal, los ladrillos; los restos de maderas son materiales de la geografía y también de la arquitectura o lo fueron en algún momento; la manera de componerlos, de relacionarlos, se sostiene en un claro sistema de lógica constructiva que al volcarlos fuera del cuadro, con el fino dibujo que recorre el muro y une casi todas las piezas, toma el adentro de la sala como soporte y los vuelve concepto que encarna en texto y en imagen fotográfica.
Cuando veo en la principal pared del Museo Lozza la instalación pictórica, la impresión de estar frente a múltiples “ventanas” es inevitable pero fugaz. Luego la sensación de estar frente a un gran plano o tablero viendo cómo “los cuadros ventana”, que antes permitían la fuga a través del territorio, se vuelven fichas-maquetas se impone de manera contundente, obligándome a reposicionarme frente a la idea de representación del paisaje y exponiéndome a un montón de preguntas: ¿Qué es el paisaje hoy? ¿Cual es el paisaje o cuáles son los paisajes? ¿Dónde está? ¿A qué velocidad pasan los paisajes? ¿Qué tan plano es un paisaje? ¿Cómo se puede representar un paisaje actual? ¿Cómo impactamos y transformamos el paisaje? ¿Cuánto de natural le queda a un paisaje?… Y así mil más.
Es así como frente a este mar de preguntas, “Maderitas” no sólo las detona, si no que se va instalando al mismo tiempo como una posibilidad para transitarlo.
Con su tenue y maravillosa poética de lo bruto y el descarte, con la negrura de su tierra, con el diagrama de sus ensamblajes, con sus ventanas, con sus huellas, “Maderitas” nos obliga a pensarnos en relación, nos toma de a uno para hablarnos de nosotros.
Miguel Ronsino
Buenos Aires invierno de 2011